sábado, 29 de julio de 2017

"La España vacía. Viaje por un país que nunca fue" (Sergio Del Molino)


Reseña del ensayo del periodista y escritor, o viceversa, Sergio del Molino (Madrid, 1979), publicado en abril de 2016 por la editorial Turner Noema. Una obra que ha obtenido un gran éxito de público (van tres ediciones y nueve reimpresiones hasta marzo de 2017) y ha sido muy alabada por la crítica (Andrés Barba, El Cultural) e incluso por alguno de los más reconocidos escritores españoles contemporáneos (Muñoz Molina, Babelia).

  • El camino hacia el libro
Hace ya unos cuantos años di por casualidad con un blog, entretenido y bien escrito, que publicaba un chico joven, ya por entonces algo más que yo 😊, que vivía en Zaragoza, cosa más bien rara entre quienes logran notoriedad profesional. Para los que pudieran no saberlo, la capital de Aragón es, sin duda, una ciudad de considerables dimensiones —su población se acerca a los 700 mil habitantes. Pero parece exigirles a quienes quieren “hacer carrera de verdad”, tal vez de forma más imperiosa que otras de su rango de tamaño, que elijan entre irse a vivir a Madrid o Barcelona. Igual tiene algo que ver que Zaragoza se encuentre en el camino que une ambas ciudades y casi a la mitad. 

Aquel "chico" —se trataba obviamente de Sergio del Molino, que parecía tener bastantes más lectores de lo habitual en un blog personal de quien no era propiamente famoso, escribía también en el periódico “el Heraldo de Aragón”, hacía algún pinito, creo, en la televisión aragonesa y me parece recordar que por entonces empezaba a escribir libros, principalmente ficción. Había, o empezó más o menos por entonces, también una historia personal triste detrás, la de un hijo pequeño gravemente enfermo, al que llevaron para un tratamiento médico a Barcelona. Luego le perdí la pista a Sergio del Molino, pero aparecía aquí y allá en la prensa, principalmente por reseñas y alguna entrevista a raíz de los libros que iba publicando. Al fin compré uno de ellos, y aquí me tienen, recién llegado para contarles lo que me he parecido.

Sergio del Molino
(fotografía de autor y fuente desconocidos)
  • ¿De qué trata la España vacía? 
A pesar de que he terminado muy recientemente su lectura, aunque medió una parada de un par de semanas, no tengo nada clara la respuesta a esta cuestión. Es probable que parte de la culpa sea mía y de la citada pausa, ya que se queda uno bastante mejor con lo leído del tirón. Pero otra parte creo que, para bien o para mal, es atribuible a la propia obra.

Recurro a la consulta de los títulos de los capítulos, pero, dada su originalidad, resulta inútil como ayuda. Estos van desde “la historia del tenedor” a “una patria imaginaria”, pasando por “la ciencia del aburrimiento” o “la belleza de Maritornes”. En cómo ha nombrado Del Molino a cada una de las tres partes en que ha dividido “la España vacía” sí se encuentra una mejor guía, un refresco para la memoria: “el Gran Trauma”, “Los mitos de la España vacía” y “El orgullo”. 

El ensayo parte de una realidad muy singular de España y a la que se ha prestado escasísima atención: España es un país muy despoblado por comparación con los de su entorno y aún más allá, en el que se pueden recorrer largas distancias sin pasar por ninguna población, pasar mucho tiempo del viaje sin ver siquiera un pueblo en lontananza. Vastas porciones del territorio están despobladas y al poco de abandonar las grandes ciudades se encuentra el viajero, de forma abrupta, ante el paisaje deshabitado. 

El gran trauma, título de la primera parte, hace referencia al ingente movimiento migratorio del campo a la ciudad que se produjo en España entre 1955 y 1975, aproximadamente, si bien se inició bastante antes y ha continuado después, pero de forma más lenta o paulatina. El gran éxodo, el abandono precipitado de miles de pueblos —muy principalmente de los situados en lo que el ensayo llama la España interior y vacía (Castilla y León, Extremadura, Castilla-La Mancha, La Rioja, Aragón, así como las regiones asimilables del interior de Andalucía, Murcia y Levante)— que llevó a millones de personas desde los pueblos en que habían vivido generaciones y generaciones de los suyos a establecerse en la periferia de las grandes ciudades, como Barcelona, Madrid o Bilbao. Una buena parte de España se despobló de forma acelerada y los extrarradios de las grandes ciudades españolas se llenaron, casi de un día para el otro, de barriadas donde la gente se hacinaba en bloques de viviendas construidas a la carrera. Gente que se encontraba, de improviso, ante un trabajo, un entorno y, en suma, una forma de vida completamente nuevas: la ciudad, la gran urbe.

“Los mitos de la España vacía” —la segunda parte— viene a ser la refutación de la inmensa mayor parte de lo que se ha escrito, cantado o dicho de la España vacía a lo largo de varios siglos. En ella se aborda, entre otros temas o aspectos: el crimen de Fago, “la cuestión de las Hurdes”, las misiones pedagógicas y  la figura de Fernando Giner de los Ríos, la estancia del poeta Gustavo Adolfo Bécquer a los pies del Moncayo, el paisaje de la Mancha que ve y narra Cervantes en "El Quijote", la literatura de los viajeros europeos, principalmente, que han visitado España (Antonio Ponz, Théophile Gautier), las visiones esencialistas de Castilla de los andariegos Azorín y Unamuno, la mirada de Machado al mismo paisaje, el mítico presentador de los 40 Principales, el navarro Joaquín Luqui -sí, no desvarío-, el carlismo y su larga influencia; o los falsos tipismos que se ofrecen al turista, incluido el español o principalmente a éste, que busca en muchos pueblos del interior un pasado idílico, entre lo colectivo y lo personal, un pasado que, por supuesto, nunca existió. De ahí, el segundo título del ensayo: “Viaje por un país que nunca fue”.

El Orgullo”, la tercera parte, viene a ser un alegato generacional alusivo a la hasta cierto punto reciente actitud con que se ha pasado a sentir el pasado rural cercano de padres o abuelos, al que siguió la residencia masiva en las periferias de las grandes ciudades, sobre todo Madrid y Barcelona, con abundantes referencias musicales y literarias a todo ello. Simplificando mucho, el tránsito de un cierto complejo o sentimiento de inferioridad frente al urbanita de varias generaciones y habitante del centro de las ciudades, al orgullo por un pasado de pueblo y residencia en los municipios del cinturón o periferia de la gran ciudad, todo ello mezclado con la cuestión de las clases sociales y la evolución en el trato entre las mismas.

Ante la dificultad de entrar en la interpretación que realiza Del Molino de la infinidad de hechos históricos y demográficos, de personas y personajes, principalmente literatos junto con algunos músicos, y de tantas otras cuestiones como aborda el libro, me serviré del siguiente esquema binario. Seguro que hace las delicias de los amantes de las presentaciones en PowerPoint, lo que no parece ser el caso de Sergio del Molino, ni tampoco es el mío.

(Fuente: Webquest Creator 2)

·       Qué me ha gustado de "la España vacía"

Aborda algunas cuestiones huérfanas de atención editorial desde hace décadas, fuera de la literatura científica y la ficción. Me refiero a la España interior, área semi-deshabitada con enormes espacios en los que no hay núcleo de población alguno, y a la emigración masiva del campo a la ciudad. Un movimiento que en poco más de dos décadas (aproximadamente, 1950-1975) transformó sustancialmente España. Varios millones de personas abandonaron miles de pueblos, dejaron de vivir del campo y se encontraron viviendo una recién estrenada vida urbana (o algo parecido, pues la vida de los "pueblos-extrarradio", algún tiempo llamados "ciudades dormitorio" presentaba sustanciales diferencias con la de la ciudad misma, en especial, la de su centro). Si nos remontamos apenas dos generaciones, el éxodo afecta a la historia familiar y a la identidad de una parte grandísima de la actual población española.

La escritura ágil, vigorosa y bastante elegante de Sergio del Molino, capaz de mantener la atención del lector, quien lo sigue, sometido a cierto encantamiento de la prosa, con frecuencia hacia no se sabe dónde. En cuanto a tono y estilo ha logrado un difícil equilibrio entre un lenguaje llano y directo, y el ocasionalmente más culto y elevado.

Las lecturas numerosas y el esfuerzo de documentación, incluidas numerosas referencias al cine, que hay detrás del ensayo, mezclado con las experiencias personales y familiares directas del propio autor, quien ha vivido y se ha pateado, por deber y placer parte de la geografía de la España interior, .

Sobre la marcha se aprenden, o se refrescan, bastantes datos o conocimientos, algunos de los cuales se quedaron, o los dejamos, en las aulas escolares, y otros nuevos (como las engañosas convenciones de la cartografía).

Sus páginas desprenden una mirada amorosa y mucho sentimiento por las realidades de las que se ocupa y, en especial, por la España semivacía y olvidada, así como por el mundo rural, el campo y sus gentes, tan maltratados por la política y objeto de burlas por muchos urbanitas. Puede que incluso sean los mismos que a la vez idealizan todo lo rural, un paraíso ideal al que hacen viajar a su discreción en el tiempo, un mundo que sólo existe en sus cabezas: sencillamente, un mito.

La visión mesurada del contraste entre el campo y la ciudad, ambas formas de vida con sus pros y sus contras, y también la realidad incontestable de las cifras de una y otra, así como el reducido impacto del fenómeno de los neorrurales.

·       Qué no me ha gustado del libro

La sensación final, como un retrogusto lector, de amalgama o popurrí de temas, algunos de ellos bajo sospecha de arbitrariedad o capricho, a la vez que la cuestión principal era parcialmente abandonada en el camino.

El exceso de referencias musicales, o asimilables, a las que el autor otorga mucha fiabilidad como explicación de la realidad. En particular, el caso de Joaquín Luqui y su insistente asociación, sin justificación alguna con el carlismo, e incluso contraste o comparación con Francisco Tadeo Calomarde, un rústico ministro de Felipe VII.

El extenso tratamiento del carlismo, movimiento e ideología política que presenta un peso probablemente desmedido en la obra, al menos, en proporción a otros movimientos y períodos históricos sobre los que se pasa de puntillas, o directamente no son tratados.

La convicción que va trasluciendo el ensayo, hasta hacerse cristalina hacia el final, en los errores en la mirada e interpretaciones de cuantos le precedieron  en la observación o interpretación de la España vacía —algunas desenfocadas, otras puros desvaríos, y alguna que otra, mentiras o afirmaciones mal intencionadas— frente al conocimiento, bondad y equilibrio logrado por la generación del autor al reflexionar, y hasta sentir, sobre la España vacía y el contraste entre el pueblo y la ciudad.

Del Molino da muestras de tener una enorme fe en el determinismo generacional, y no es menor su creencia en su propia capacidad para conocer y expresar lo que piensa y siente toda su generación (el autor nació en 1979).


·       ¿Conclusión?

¿Es obligado presentar una o varias, o puedo hacer, como el propio ensayo que aquí reseño, quedarme en descripción y opinión, junto con algunas que otras conjeturas interpretativas y el resto que lo haga el lector, si le apetece?

A mi juicio esta segunda opción es totalmente lícita y no es por escurrir el bulto, que conste. La reducida nómina de tesis y la ausencia de conclusiones creo que constituyen un presupuesto o condición previa ineludible para que este ensayo, o lo que fuere, no incurra en dogmatismos y en la emisión constante de opiniones, como tantas veces ocurre. El carácter principalmente enunciativo de “La España vacía” es lo que permite al autor presentar muchos hechos de forma neutral, sin claros sesgos y sin esconder aquellas partes de la foto que no sustentan sus opiniones o juicios, no demasiado numerosos. Para bien o para mal, el autor no es un demógrafo, ni un geógrafo, ni un historiador, ni tampoco un sociólogo, sino un periodista y escritor, y como tal ejerce en este libro. En consecuencia, este ensayo tiene mucho de crónica y menos de tesis o conclusión razonada y justificada, aunque algunas haya a lo largo del recorrido que ha trazado su autor.

En el afán clasificatorio que a menudo nos domina tal vez se abuse de la etiqueta ensayo, y se le cuelgue a toda obra que, no siendo ficción, contenga un número importante de referencias históricas, algunas cifras, numerosos nombres de autores y obras, algo así como lo que Karlos Arguiñano llama “el fundamento” de un plato o guiso. Esto sí es una tesis, o hipótesis al menos, y me ha sacado un poco de la cuestión, lo admito. ¿Pero eso es bueno o malo, es un defecto o una virtud para quien lee esta reseña? Supongo que dependerá de cada cual. 

Pues bien, otro tanto pasa con el ensayo o crónica “La España vacía. Viaje por un país que nunca fue” del madrileño-valenciano-zaragozano, siguiendo su cronología vital, Sergio del Molino. Lo que casi, casi podría asegurar es que, si al potencial lector le gusta de verdad leer, tiene cierta afición por la cultura y la historia, y en particular por saber más de España, el libro no le aburrirá.

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