miércoles, 16 de marzo de 2011

Reseña de libros: "Es Fácil Dejar de Fumar, Si Sabes Cómo" (Allen Carr)


Esta vez no reseño una novela, un ensayo, una biografía o un libro de poemas, sino un libro práctico, un método, algo clasificable en el género de la autoayuda. Un género que me suscita una gran desconfianza, cuando no espanto. Sí, lo admito, es bueno aspirar a cambiar, a "pulirse", a mejorar; pero hay algo de ingenuo y de credulidad infantil en atribuir semejante poder a lectura de un libro. Además, no predomina la calidad en este género. Hay hiperinflación de libros de  autoayuda, como también de novela histórica, fantástica y policíaca. Son infinidad los autores que, a la vista del éxito económico de otros en esos géneros (p.ej. La Catedral del Mar, El Código Da Vinci, Millenium o Crepúsculo, etc.), se han lanzado a probar fortuna con la esperanza de forrarse ellos también. Hay mucho farsante, mucho juntaletras y mucho charlatán en esos segmentos editoriales.

Y algo de charlatán hay también en el británico Allen Carr, el autor de “Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo”, acostumbrado a impartir charlas para dejar de fumar durante varios años antes de escribir su famoso libro. Sin embargo, tengo que deciros algo desde ya: ¡el método funciona! Vale, no llevo una eternidad sin fumar, apenas estoy acercándome a la semana; pero es todo un logro. Como dice un proverbio oriental: hasta el más largo de los viajes comienza con un solo paso. El éxito no sólo es de Allen Carr, también ha influido el ejemplo de mi mujer, con una hoja de servicios como fumadora más extensa que la mía y que lleva sin fumar desde comienzos de año. Pero es que ¡ella también ha leído libro! Creo que simultáneamente a dejar de fumar, esto es, que para ella ha sido refuerzo y no causa, pero ahí está también el dato.

Este libro tiene una virtud fundamental: el autor sabe de que habla. Fue un gran fumador (varios paquetes al día) –falleció en Benalmádena (Málaga) en 2006- y como tal habla. No es un médico, ni un psicólogo, ni un moralista, sino un asesor financiero, que fue un fumador empedernido durante décadas y que intentó una y otra vez sin éxito dejar de fumar. Un buen día lo consiguió y se propuso ser quien hiciera que muchos otros lo dejaran también, hasta el punto de acabar dedicándose profesionalmente a ello y con un éxito evidente.

Allen Carr no habla del tabaco desde fuera, sino desde dentro, pensando como lo hace un fumador. No nos convence de lo malo que es el tabaco. Eso es sabido y a los fumadores les da igual o, por ser más exacto, nos les disuade de fumar, aunque sean conscientes de ello. El fumador lo que piensa, sobre todo, es que el tabaco le da placer, le relaja, le da confianza, le ayuda a superar las situaciones de estrés, a combatir el aburrimiento, a concentrarse, etc. Y, sobre todo, el fumador piensa que la vida no será igual de buena sin tabaco, que no la disfrutará tanto. Ese es el quid de la cuestión. El que fuma es porque no se ha convencido aún de que la vida es mejor sin tabaco. Concibe el abandono del tabaco como una privación y no como una liberación.

El tabaco, para Carr, es pura y simplemente una droga y el fumador un drogadicto. Es algo que se retroalimenta: la única razón para necesitar fumar es haber fumado previamente. El tabaco sienta mal las primeras veces y el fumador, lejos de seguir su instinto, persevera en fumar hasta que ya no tose, ni se marea, hasta que su cuerpo tolera el tabaco y éste, pero sobre todo su mente, pasan de inmediato a demandarlo. Es algo de locos, pero así ocurre. Además, el cuerpo elimina la nicotina cada vez más rápido y pide una nueva dosis con frecuencia creciente. Pero la verdad última, el gancho que tiene asidos a los fumadores al tabaco, es que están convencidos de que la vida sin tabaco es peor, que la van a disfrutar mucho menos, que será una privación insufrible. 

Todos sabemos, desde hace ya bastante tiempo que el tabaco es muy malo para la salud, que a la larga supone un gasto de muy considerable cuantía y, además, es notorio que en la sociedad se ha generado una actitud cada vez más hostil hacia el tabaco, con diferencia la principal causa de muerte en el mundo. Pero el que sigue fumando es porque piensa en lo miserable que será su vida sin el placer que le produce el primer cigarrillo de la mañana, ese que se mete en el cuerpo después de muchas horas sin tabaco, o el que acompaña al café, a la copa o al de “después de” (comer, cenar o lo que sea). No es capaz de ver el tabaco como lo que realmente es, sino que se engaña a sí mismo, con una idealización del fumar.

Se trata, en definitiva, un libro muy aconsejable para los que quieran dejar de fumar e incluso para los que quieran que otros cercanos a ellos dejen de fumar. A los no fumadores, sobre todo a los que nunca lo fueron, les servirá mucho para entender cómo funcionan los mecanismos adictivos del tabaco y teniendo el libro a mano, siempre cabe que a sus fumadores allegados les dé por leerlo y que, como a tantos otros, les funcione el método. La esencia del mismo es la generación de una motivación tal que el abandono del tabaco no se perciba como un sufrimiento, sino como un gozo, algo de lo que disfrutar y no un calvario.

No obstante, Allen Carr, que se supone dejó de fumar en 1983, a la edad de 49 años y murió con 71 años, de cáncer de pulmón… Ni fumar nos asegura el cáncer de pulmón, ni dejar de hacerlo que nos libraremos de él, suponiendo que el autor de este best-seller mundial y fundador de los centros “Easy Way” para dejar de fumar, no volviera a caer en la trampa del tabaco. No obstante, cuantas menos papeletas llevemos para ese fatídico sorteo, mejor.

Y un servidor de Vds. debe confesarles que antes de ponerse a escribir este texto ha comido bastante bien y con algo de buen vino, luego se ha tomado un café y ha sentido —lo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros hermanos— ganas de fumar. Pero, aparte de no haberlo hecho, ha contrarrestado esa imagen del fumar como acto de placer con todo lo negativo que lo acompaña: suciedad, mal olor, mal aliento, pérdida o disminución de la capacidad para saborear y del olfato, coste económico, la sensación de estar dominado por algo y no de dominar tu vida y, naturalmente, los graves peligros que supone para la salud. Así, pues, el Easy Way no es perfecto, pero parece que funciona.

No os perdáis el capítulo 21, pág. 64. Se lee muy rápido y merece la pena.

Para saber más sobre el autor

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